jueves, 13 de noviembre de 2025

Los suizos van contracorriente con su método anti-cash

Mientras buena parte de Europa avanza hacia un futuro casi completamente digital, hay un grupo que parece disfrutar llevando la contraria: los suizos. 

Sí, en un continente donde los suecos pasan la tarjeta hasta para comprar un chicle, Suiza sigue abrazando con fuerza el billete físico como si se tratara de un patrimonio nacional… porque, para ellos, en cierto modo lo es.

 



 

Suecia: El país donde la tarjeta es la nueva billetera

En Suecia, pagar con tarjeta o con el móvil se ha vuelto una extensión natural de la mano. El país nórdico lidera el uso de pagos electrónicos en Europa, y no es casualidad: los suecos casi nunca llevan efectivo encima.

 

Existe incluso una teoría popular que apunta a que el dinero en efectivo “duele más” cuando lo gastas, mientras que en la tarjeta desaparece como por arte de magia. Pero a los suecos no parece importarles: adoptaron lo digital con la misma naturalidad con la que abrazan el frío.

 


 

La cuna del dinero moderno quiere eliminar el dinero físico

Históricamente, Suecia es considerada la cuna del dinero moderno. Por eso no sorprende que también quiera ser pionera en abandonarlo. Desde hace años, el país coquetea con convertirse en la primera nación totalmente “cashless”.

 

Su proyecto estrella es la e-krona, una criptomoneda nacional que permitiría a los ciudadanos realizar pagos, depósitos y retiros digitales sin necesidad de billetes ni monedas. Todo esto se podría hacer incluso desde relojes inteligentes, tarjetas sin contacto o dispositivos portátiles. Un sistema futurista que podría marcar tendencia global.

 


 

Suiza: donde el efectivo sigue siendo rey

Y aquí es donde la historia da un giro. Mientras los suecos se adentran en la era digital sin miedo, los suizos prefieren aferrarse al efectivo… con cariño, casi con devoción.

 

Para muchos en Suiza, el dinero físico no es un simple medio de pago: es una cuestión de privacidad y control personal. En un país donde la confidencialidad es parte del ADN cultural, la idea de que cada transacción deje un rastro digital no resulta tan atractiva.

 


 

Dos países modernos, dos filosofías opuestas

Curiosamente, tanto Suiza como Suecia son países modernos, ricos y eficientes. Pero sus visiones sobre el futuro del dinero no podrían ser más distintas.

 

Mientras los suecos imaginan un país donde ni siquiera habría que tocar una moneda, los suizos parecen listos para seguir escuchando el sonido del efectivo por muchos años más. Un choque de mentalidades que abre la pregunta:

 

¿Cuál es el verdadero futuro del dinero? ¿El digital impecable de Suecia o el efectivo resistente de Suiza?

 
El tiempo —y tal vez las criptomonedas— tendrán la última palabra.

 

 

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Cultura Canadiense una Forma de “Venta de garaje”

Propinas, ventas de garaje y el arte zen de dejar ir.

Canadá es uno de esos países donde la cortesía se respira, la organización se vive… y la cultura de “soltar” se practica sin que nadie la ande pregonando. 

Es un país que convirtió hábitos cotidianos —como dar propinas, vender lo que ya no usas o dejar cajas con objetos gratis frente a tu casa— en una filosofía de vida práctica, minimalista y sorprendentemente espiritual.

 


 

Las propinas: una cortesía que roza la obligación

En Canadá, dejar propina no es un gesto amable: es parte del protocolo social.


Cuando vas a un restaurante, se espera un 15% del total de la cuenta, aunque lo más común es que la gente dé un poco más si el servicio fue bueno. Y no dejar nada… bueno, eso es prácticamente un insulto. Una falta de respeto. Un “me levanté con ganas de causarle dolor emocional a un camarero”.

 

El motivo es simple:
Los salarios en el sector gastronómico no son especialmente altos, por lo que este sistema no solo es una costumbre, sino parte fundamental del ingreso de meseros, bartenders y otros trabajadores del rubro. Y la cultura de la propina se extiende más allá: peluquerías, repartidores, taxistas, masajistas… todos esperan ese pequeño gesto que sostiene la economía del buen servicio.

 

Curiosamente, este hábito también habla de soltar. Soltar unas monedas (o unos cuantos dólares) como reconocimiento al trabajo de otro. Soltar el apego al centavo exacto. Soltar la idea de que “ya pagué, no tengo por qué dar más”.

 

 

Venta de garaje: cuando tus cosas buscan nuevo dueño

Una de las imágenes más típicas de los barrios canadienses son las garage sales.
Personas que colocan afuera de su casa mesas, cajas y muebles que ya no usan, esperando que algún vecino —o un desconocido aventurero— encuentre una joyita oculta entre esos objetos que ya cumplieron su ciclo.

 

Y no hablamos de trastos viejos sin valor: uno puede encontrar instrumentos musicales, libros, ropa casi nueva, herramientas y hasta antigüedades que podrían estar en un museo… pero que ahí están, sobre una mesa plegable, esperando su segunda vida.

 

Lo curioso es que este ritual colectivo también tiene algo de terapéutico. Vaciar, limpiar, dejar ir. Canadá convirtió la venta de garaje en una especie de desprendimiento comunitario donde todos ganan: tú sueltas lo que te sobra, el vecino consigue un tesoro y el barrio se vuelve un poco más ligero.

 

Free Stuff: la versión canadiense del desapego total

Si vender lo que ya no usas es una forma práctica de liberar espacio, el nivel avanzado es el famoso “free stuff”: cajas colocadas frente a las casas con la frase mágica que significa “llévate lo que quieras”.

 

¿Un sillón en buen estado? Free.
¿Una cafetera que funciona perfecto? Free.
¿Un lote de juguetes, libros o lámparas? Free, free, free.

 

Este gesto es más profundo de lo que parece. Es la filosofía de “esto ya no lo necesito, pero quizás a alguien le haga falta” llevada a su máxima expresión. Es confiar en que desprenderte de algo no te deja vacío, sino abierto a nuevas posibilidades.

 

Canadá practica el desapego sin ceremonias, sin conferencias motivacionales ni gurús del minimalismo: simplemente lo hace.

 

Una cultura que suelta para vivir mejor

Entre propinas que fluyen, objetos que cambian de manos y cajas misteriosas con regalos inesperados, Canadá demuestra que soltar no es perder: es permitir que las cosas encuentren su lugar.

 

Mientras algunos países se obsesionan con acumular, en Canadá reina una sensación tranquila de “tener lo necesario” y dejar ir lo demás. Una mezcla de pragmatismo, altruismo y un toque de magia comunitaria que convierte lo cotidiano en una filosofía de vida.

 

Quizás por eso los canadienses parecen siempre tan relajados…
Cuando uno aprende a soltar lo material, también suelta un poco del peso emocional que carga.

 


 

 

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