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sábado, 20 de septiembre de 2025

Ranrahirca: El “Morro Pedregoso” que da identidad al distrito de Yungay

El distrito peruano de Yungay, ubicado en el corazón de la Cordillera Blanca en la región Áncash, guarda en su historia y geografía un nombre que despierta curiosidad: Ranrahirca. Este término proviene de los vocablos quechuas “ranra”, que significa pedregoso, y “hirka”, que quiere decir morro o cerro, dando como resultado la expresión “morro pedregoso”. Lejos de ser un simple nombre, esta denominación encierra una profunda relación con el paisaje andino y los acontecimientos históricos que marcaron la vida de sus habitantes.

 



 

Un nombre que describe la geografía de la Cordillera Blanca

Ranrahirca no es solo un distrito dentro de Yungay, sino un lugar cuyo nombre es un reflejo fiel de su entorno.

  • “Ranra” alude a la abundancia de piedras, rocas y suelos irregulares que caracterizan la zona, formada por la intensa actividad geológica de los Andes.

  • “Hirka” señala la presencia de un morro o cerro, es decir, una elevación prominente que destaca en el paisaje.

Esta descripción encaja perfectamente con el relieve agreste de la Cordillera Blanca, donde picos nevados, quebradas y laderas pedregosas definen la vida diaria de sus pobladores y su interacción con la naturaleza.


 

El nevado que marcó la historia de Yungay

El nombre Ranrahirca no solo se inspira en la topografía, sino también en un elemento natural que fue protagonista de una de las mayores tragedias del Perú: el nevado Ranrahirca.
El 31 de mayo de 1970, un violento terremoto sacudió la región de Áncash, desprendiendo una enorme masa de hielo y rocas del nevado Huascarán. Esta avalancha, conocida como aluvión, descendió a gran velocidad y arrasó con los pueblos de Ranrahirca y Yungay, sepultando casi por completo la antigua ciudad de Yungay y dejando miles de víctimas.

El término “morro pedregoso” adquiere aquí un significado trágico, pues las rocas que dieron origen al nombre se convirtieron en símbolo de la fuerza devastadora de la naturaleza.


 

Un nombre que mantiene viva la memoria

Hoy, el distrito de Ranrahirca no solo es un espacio geográfico, sino también un lugar de memoria histórica. Su nombre recuerda la relación íntima entre el hombre andino y su entorno, una convivencia marcada tanto por la admiración hacia los nevados como por el respeto a su poder.

  • La topografía pedregosa sigue siendo parte esencial de su identidad.

  • La historia del aluvión de 1970 permanece presente en monumentos, testimonios y tradiciones locales, reforzando el valor de la resiliencia de sus habitantes.


 

Conclusión

Que a este distrito se le llame Ranrahirca no es casualidad. Su significado, “morro pedregoso”, resume la esencia de un territorio que combina la majestuosidad de la Cordillera Blanca, la riqueza cultural del Quechua y el recuerdo imborrable de un desastre natural que cambió para siempre la vida en Yungay.
Ranrahirca es, en definitiva, un nombre que habla de geografía, historia y memoria, una identidad que permanece firme entre las montañas del Perú.

 

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jueves, 18 de septiembre de 2025

55 años de la tragedia de Yungay: el terremoto y alud que borraron una ciudad entera en Áncash

El 31 de mayo de 1970 es recordado como uno de los días más trágicos en la historia del Perú y del mundo. Mientras gran parte del país se reunía en familia para ver el partido inaugural del Mundial de México 70, un devastador terremoto de magnitud 7.9 en la escala de Richter sacudió violentamente el norte del Perú a las 3:23 de la tarde.

El epicentro se localizó en el mar de Chimbote, a unos 375 kilómetros de Lima. La sacudida no solo afectó directamente a diversas ciudades del departamento de Áncash, sino que desencadenó uno de los desastres naturales más catastróficos de la historia.


 


 

El origen del desastre: la avalancha del Huascarán

El terremoto provocó el desprendimiento de una enorme masa glaciar del nevado Huascarán, la montaña más alta del Perú. En cuestión de segundos, toneladas de hielo, tierra, rocas, árboles y barro descendieron a gran velocidad, generando un alud devastador.

Este fenómeno arrasó con todo a su paso y terminó sepultando completamente la ciudad de Yungay, junto con casi todos sus habitantes.


 

Impacto humano y material

El área afectada por el sismo y el alud abarcó aproximadamente 65,000 kilómetros cuadrados, llegando a impactar a más de 3 millones de personas.

  • Víctimas mortales: alrededor de 70,000 personas fallecieron.

  • Heridos: más de 150,000 sobrevivientes quedaron heridos.

  • Damnificados: unas 186,000 personas perdieron sus hogares y medios de vida.

Por su magnitud y destrucción, este terremoto es considerado uno de los más letales del siglo XX. El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) lo clasifica entre los más destructivos de la historia moderna.


 

El recuerdo de Yungay

Del antiguo Yungay, prácticamente no quedó nada. La ciudad fue enterrada bajo toneladas de lodo y rocas, quedando como un símbolo del dolor, la fragilidad humana y el poder de la naturaleza.

Hoy, el lugar donde se levantaba la ciudad es considerado un camposanto, y en él se erigen cruces, esculturas y memoriales que recuerdan a las víctimas de esta tragedia. Solo algunos sobrevivientes, entre ellos un grupo de niños que se encontraban en un circo en las afueras del pueblo, lograron escapar con vida.

 


 

Una tragedia que marcó al Perú

El terremoto y alud de 1970 no solo transformaron la geografía y la vida en Áncash, sino que también dejaron profundas lecciones sobre la prevención de desastres naturales. A partir de esa experiencia, el Perú reforzó sus instituciones y protocolos para enfrentar sismos y fenómenos naturales, aunque el recuerdo del dolor sigue intacto.

 


Reflexión a 55 años

A medio siglo de la tragedia, la memoria de Yungay sigue viva. Recordar este hecho no solo es un acto de respeto hacia las víctimas, sino también una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de la preparación y la resiliencia ante desastres naturales.

El silencio que hoy cubre las ruinas de la ciudad es un llamado a no olvidar que, en cuestión de minutos, la naturaleza puede transformar la historia de un país.

 

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